Con la eliminación del cepo, el mercado de granos comenzó a mostrar rápidamente señales de reacomodamiento. A una semana de su implementación, las decisiones de venta por parte de los productores revelan caminos claramente diferenciados entre el maíz y la soja, dos cultivos centrales en la economía agropecuaria del país.
Los datos disponibles permiten trazar un comportamiento estratégico por parte del productor. En el caso del maíz, se priorizó la venta durante los meses de febrero a abril, con el objetivo de generar liquidez inmediata. De un total de 12,4 millones de toneladas vendidas, el 60% se negoció con precio fijado, mientras que el 40% restante se pactó “a fijar”, esperando una posible mejora futura. Esta tendencia responde, en parte, a la necesidad de los exportadores de hacerse con mercadería física para cumplir con compromisos comerciales, lo que impulsó una prima en el precio del maíz disponible en el arranque del ciclo.
Sin embargo, esa prima se fue diluyendo. En febrero, el maíz disponible cotizaba a U$S 212, mientras que en abril cerró en U$S 203, acumulando una baja de U$S 9. En contraste, la posición julio subió U$S 8, alcanzando los U$S 192, lo que muestra un leve repunte en las expectativas a mediano plazo.
En cuanto a la soja, la estrategia del productor fue diametralmente opuesta. De las 9,2 millones de toneladas comercializadas con la industria aceitera, el 71% se entregó “a fijar” y sólo el 29% con precio acordado. Este comportamiento evidencia una clara postura especulativa, basada en la expectativa de una mejora futura de precios. Y el mercado de futuros parece darle la razón: mientras la soja disponible cayó U$S 34 entre febrero y abril (de U$S 315 a U$S 281), las posiciones futuras muestran una recuperación. Julio cotiza a U$S 294, septiembre a U$S 297 y noviembre a U$S 300, consolidando un mercado en “carry”.
La diferencia entre el accionar de los exportadores y la industria aceitera también es notoria. Los primeros compraron 1,28 millones de toneladas de soja, de las cuales el 88% fue “a precio”, mientras que la industria aceitera se nutrió mayormente de ventas “a fijar”. Todo esto refleja dinámicas comerciales distintas dentro del mismo universo granario.
Con el horizonte aún incierto en torno a la prórroga o modificación de la reducción de retenciones —que vence a fines de junio—, muchos productores eligen guardar soja, vender sólo lo necesario para cubrir compromisos inmediatos y esperar una mejora en las condiciones del mercado.
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