Con la rentabilidad en juego, en Aapresid evaluaron alternativas al cereal, con ajustes en cada variable: fertilización, fecha de siembra, genética y comercialización anticipada.
Más allá de los factores climáticos, son cada vez más los elementos productivos los que entran en juego a la hora de apostar al trigo, lo que obliga a los productores a “afilar el lápiz” y ajustar estrategias en un escenario cambiante.
En una campaña donde las condiciones climáticas siguen siendo un gran desafío, la siembra de trigo continúa posicionándose como una decisión estratégica en nuestra región: ¿apostar al cereal, diversificar con otros cultivos o directamente buscar alternativas? Quienes deciden sembrar trigo toman nota de la campaña pasada y ajustan variables clave como identificación de ambientes, fertilización y anticipación comercial.
Productores de distintas zonas de Córdoba compartieron experiencias y expectativas para esta campaña 2025. Desde la región de Monte Ralo y localidades cercanas, remarcan que el doble cultivo sigue siendo atractivo, sobre todo si la soja de segunda se comporta bien. No obstante, el maíz temprano también aparece como una opción muy competitiva.
La elección de variedades, el escalonamiento de fechas y la planificación por ambientes fueron fundamentales en una campaña pasada marcada por la variabilidad climática. Cuando se analizan los márgenes en campos alquilados, la situación se vuelve aún más exigente: en algunos casos, la suba de los arrendamientos obliga a obtener rindes superiores a los 5000 kg/ha para lograr rentabilidad.
Así, los asesores coinciden en que, cuando el alquiler presiona, es clave lograr rindes altos y consistentes. Para diversificar riesgos, también se analizan cultivos como la camelina —que puede sembrarse en junio y cosecharse en noviembre— o alternativas como cebada y avena forrajera, especialmente en campos mixtos, muy comunes en Córdoba.
Lecciones del 2024
A pesar de una siembra condicionada por lluvias escasas y un septiembre complicado, el cierre climático del ciclo permitió, en varios lotes de Córdoba, superar los 5200 kg/ha, por encima del promedio histórico de la zona. Fue clave que no se registraran heladas en el período crítico del cultivo.
La elección de variedades adaptadas, el escalonamiento de fechas de siembra y el control sanitario riguroso fueron parte de las estrategias que marcaron la diferencia. En general, se apostó a trigos de ciclos intermedios sembrados en la primera quincena de junio, mientras que los ciclos cortos se reservaron para siembras a fines de junio y principios de julio.
Fertilización y manejo de nutrientes
En los campos de Córdoba, los análisis de suelo fueron el punto de partida para definir las dosis de nitrógeno, aplicadas tanto a la siembra como durante el macollaje. Las cantidades variaron entre 60 y 120 kg/ha, complementadas en muchos casos con aplicaciones de fósforo, azufre y zinc foliar, para maximizar la eficiencia de uso del nitrógeno y mejorar la tolerancia al estrés.
La fertilización variable, ajustada según mapas de rendimiento y ambientes, también sigue ganando terreno, justificando su inversión especialmente en campos con alta heterogeneidad.
Malezas: una amenaza constante
El raigrás resistente a glifosato y otros herbicidas sigue siendo una de las principales amenazas en la región. Para su control, se generalizó el uso de preemergentes combinados con manejos culturales como la rotación de cultivos y el uso de cultivos de servicio.
El trigo, además de su valor comercial, sigue siendo un gran aliado para limpiar lotes antes de la siembra de cultivos de verano, aunque requiere un monitoreo constante para evitar escapes de malezas problemáticas como el nabo, la avena negra y el yuyo colorado.
En Eduardo Lusso S.A., acompañamos al productor agropecuario de Córdoba
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